domingo, 24 de octubre de 2010

El camino hacia Metrópolis - V



Los cementerios son tranquilos, pero no lo suficiente. Ir allí puede requerir darse prisa y acabar huyendo.

Esa puerta no se puede abrir, contiene cosmos. Sin todas las llaves ni se puede ni se debe intentar.

No son columnas, tampoco efectos de los alucinógenos. Son los palacios como eran antes, antes de que olvidáramos incluso eso.

sábado, 23 de octubre de 2010

El camino hacia Metrópolis - IV



Hay estatuas viejas y manchadas de hollín y excrementos de paloma. Plazas imponentes, palacetes urbanos de fuera del tiempo, rascacielos que forman barrios punteros, todo integrado y escondido, para quien no sabe donde buscar.

Una escalerilla de emergencia lleva al paraíso, flanqueada de peligros atractivos. La humanidad brilla por su ausencia y los tanques han tomando las calles.

viernes, 22 de octubre de 2010

Cuestión de envidia



Jean Theroux fue un envidioso toda su vida.

Tenía envidia de los otros niños, tenía envidia de las niñas, tenía envidia de los gatos y hasta del Sol tenía envidia.

Tenía once años y era un chico solitario pero le encantaba ir al taller de su vecino Simon-Rene.

Había un montón de herramientas que podían construir cualquier cosa.

Tenía envidia de las herramientas.

También tenía envidia del hijo de Simon-Rene, Louis.

Louis tenía tres años y todo el mundo pensaba que era un pequeño ángel. Las señoras mayores paraban a su madre para cantar las alabanzas del niño y darle un dulce o incluso una reluciente moneda de un franco, lo cual, pensaba Jean, era bastante estúpido ¿para qué quería un niño de tres años una reluciente moneda de un franco?

Las señoras mayores nunca paraban a la Señora Theroux para decirle lo guapo que era su hijo. Ni siquiera cuando era un bebé.

Un día, estando en taller a solas con Louis se le ocurrió que igual a las señoras mayores no les gustaba tanto Louis si era tuerto, así que cogió un punzón y se lo clavó en el ojo izquierdo.

Tal vez lo hizo con demasiado entusiasmo.

Louis pegó tales berridos que se oyeron por todo Coupvray. Jean no envidió a Louis en ese momento, lo que hizo fue salir corriendo a su casa a esconderse debajo de su cama.

Ahí abajo, a salvo, oyó cierto revuelo en su casa y cómo sus padres le llamaban. Al poco rato sintió unos pasos que se acercaban y la cama fue arrancada de cuajo. Su padre le miró severamente y le dio una bofetada que le saltó un diente. Luego aplicó su cinturón contra el culo de Jean. No pudo sentarse en dos días.

Respecto a Louis, perdió el ojo izquierdo y debido a la infección perdió también el derecho.

Ahora las señoras paraban aún más a la madre de Louis y a él le daban aún más dulces y aún más francos.

Jean tuvo envidia de eso.

Pasaron unos años y la familia de Louis se trasladó a París. Jean, mientras tanto se quedó en Coupvray, empleado en el taller de monsieur Javel como aprendiz.

Jean nunca había estado en París aunque estaba bastante cerca. Tenía mucha envidia de Louis, de todo lo que podría ver y oír en la capital. Mejor dicho, tenía envidia de lo que podría oír.

A pesar de su profunda envidia también desarrolló algo que podría llamarse sentimiento de culpa y en sus ratos libres inventó un sistema de lectura para ciegos. Se trataba de un intrincado sistema de líneas y aspas en relieve sobre un papel de alto gramaje. Cada combinación de líneas se correspondía con una letra del abecedario. Pero no sólo letras, también se podían representar números, la mayoría de los signos de puntuación e incluso algunas letras griegas.

Se pasó años desarrollando la máquina que grababa esos símbolos en papel en sus ratos libres y por fin, el 25 de marzo de 1825, el día que cumplía 24 años, fue a París a enseñar a todos su gran invento, pero en especial a Louis.
Para su gran demostración 'imprimió' toda la relación de letras y símbolos y el libro del Génesis.

París le dejó sin habla, pero se dirigió directamente al Instituto Nacional para Jóvenes Ciegos, donde sabía que se encontraba Louis. Ya habría momento más que de sobra para visitar la ciudad de la luz, tiempo más que de sobra para entrar en todos los cafés y tiempo más que de sobra para pasear por los bulevares para que la gente le señalara y dijera admirada 'mirad, es Jean Theroux, ése que ha hecho tanto bien a la humanidad'

Con esas ensoñaciones llegó al Instituto en medio de una gran algarabía. Había mucha gente, pero tanto mejor, así más parisinos sabrían de su éxito. Era un edificio grande, con una estatua de su fundador Valentin Haüy (muerto unos años atrás) en la entrada. Se encontraba, por cierto, en el Bulevar de los Inválidos, una calle de lo más apropiada.

Parecía que había una reunión de alguna clase, ya que todo el mundo pasaba al auditorio del centro. Jean se dejó llevar, 'qué de público voy a tener', pensaba. Tomó asiento en una de las últimas filas expectante del momento en el que saltar y hacer su anuncio.

Pasado diez minutos entraron tres figuras que se fueron directas al estrado y a una de ellas la reconoció enseguida, era el joven Louis. Uno de los otros empezó a hablar:

- Gracias a todos por venir. Como ya sabrán les hemos convocado para mostrarles algo que, estoy seguro, va a revolucionar el mundo. Se trata de un invento en principio ideado por monsieur Barbier (aquí a mi derecha) pero revisado y desarrollado por este joven genio de mi izquierda, Louis Braille. -tímidos aplausos - Como decía, el joven genio ha ideado un método de escritura para ciegos basado en puntos en relieve. Son seis puntos que variando su posición corresponden a una letra en particular. Gracias a este sistema los ciegos podrán leer sin necesidad de ser asistidos por nadie -aplausos generalizados- Antes sólo podían leer con letras en relieve, lo que era muy lento y fatigoso para los invidentes, ahora podrán leer con una velocidad similar a la de los videntes. Hemos llamado a este sistema 'Alfabeto Braille' -aplausos entusiastas-.

Jean no se lo podía creer. Estaba blanco como la cera.

- Y ahora -continuó el ponente- vamos a proceder a la demostración práctica. Louis, por favor.

Louis empezó a leer algo que quizás fuera el Génesis o tal vez fuera la imaginación de Jean. Se desató la algarabía, aplausos tremendamente entusiastas, gente vitoreando, mujeres llorando. No, Jean no podía ni quería escuchar la voz de Louis. Se levantó violentamente de su butaca (en una acción mal entendida ya que originó que todos los que aplaudían se levantaran a su vez de sus butacas y aplaudieran con aún más fuerza) y deambuló sin sentido por el edificio vacío para protegerse del estruendoso éxito de su envidiado.

Por azar entró en lo que resultó ser un aula donde había un niño ciego de siete u ocho años jugando con unos cubos de madera. Este niño pronto dejaría de jugar con cubos y empezaría a leer con el sistema Braille.

La envidia mataba a Jean, sentía cómo la bilis le subía por la garganta. Necesitaba algo con lo que aliviarse y el caso es que ese niño le recordaba tanto a Louis de pequeño...

- Oiga, joven.
- Dígame señor.
- ¿Has oído hablar del alfabeto Braille?
- Claro señor. Pronto podré leer por mi mismo. Louis es un genio, tiene que serlo para inventar algo así.

Envidia. Envidia. Venganza. Sacó su navaja.

- ¿Y crees que vas a poder leer tú solito?
- Claro señor.
- No, no lo creo.

Y

uno

a

uno

le

cercenó

todos

los

dedos.



¿Epílogo?

Jean Theroux fue un envidioso toda su vida.

Quiso ser inventor, incluso estuvo a punto de conseguirlo, se le adelantaron por poco.

Desde ese momento su envidia creció exponencialmente.

Por lo menos inventó algo por lo que se le recuerda.

Es el siguiente chiste:

'Un ciego coge un rallador de queso y dice '¿Pero quién coño ha escrito esta gilipollez?''


(La autoria es de Adri, igual que este blog: http://likeaparasite.blogspot.com/ Lugar donde residen otras creaciones de este insigne seguidor de sangre y almas.)

Aportaciones



Y en este primer Oktubre de nuestra vida, tenemos un relato enviado por Adri que ha hecho las delicias de mis peores instintos kultescos. Algo que agradezco profundamente, dada la calidad.

Llamo también la atención sobre el enlace publicado por Deepmirrors en la entrada “Oktubre”. Kurt Cobain contra el pulpo radiaktivo ( http://vimeo.com/68852 ), un corto kultesco y cómico. Lo siniestro puede arrancar esas risillas inquietas que adoramos.

Kult



Kult es un juego de rol editado en España a finales de 1994.

Se ambienta en nuestra propia realidad, principalmente en las grandes ciudades de finales del siglo XX.

Las primeras palabras que leí en un manual de Kult resumen bastante bien su esencia principal: “La realidad es una mentira. El mundo que vemos en torno nuestro no es sino la fachada que oculta una realidad mayor y más escalofriante. Nuestros sentidos no están lo bastante desarrollados como para percibir el mundo verdadero.”

La realidad de la que habla, es la nuestra. Una cárcel que encierra a la humanidad tras muros imperceptibles, al menos por la mayoría, los más cuerdos, otros pueden intuir partes de la realidad verdadera, ellos son los desequilibrados mentalmente, les llamamos locos.

Los personajes de Kult, se enfrentan a los carceleros que intentan que los secretos sigan siendo secretos. Todo en Kult es conspiranoia, falsas verdades y caminos engañosos.

Los puestos importantes del mundo están ocupados por seres viles (eso ya lo sabiamos :) ), en este caso suelen ser los sirvientes del Demiurgo, quien encerró a la humanidad en esta realidad y nos hizo olvidar, cada vez que morimos, olvidamos y volvemos a la rueda, para nunca acabar y que la verdad siga oculta.

Esa verdad es que los humanos somos dioses, pero lo hemos olvidado, el Demiurgo pudo ser uno de nuestros iguales, una criatura de otra realidad, nadie lo sabe, pero hace tiempo que desapareció y su cárcel, la “maquina” que nos mantiene encerrados y ciegos, comienza a desmoronarse, lo llaman “el ultimo ciclo”.

Otras partes de la realidad en Kult son los infiernos, donde algunas almas han de ir para sufrir castigos en purgatorios que borren sus recuerdos, lo irónico es que van allí porque sienten que deben hacerlo y su culpa atrae a criaturas que las llevan.

También esta el laberinto, que separaba antiguamente las diferentes partes de la realidad, pero con el desmoronamiento de la maquina es solo una parte fracturada e incomprensible más.

Y Metrópolis, la ciudad original, de donde proviene la humanidad y donde se encuentran los palacios de los principales sirvientes del Demiurgo, los jefes de los carceleros. Metrópolis es una ciudad de caos y locura, es una amalgama de nuestras principales ciudades y se fusiona con ellas.

Allí donde las tensiones emocionales se acumulan, donde la humanidad sufre, como los barrios bajos por ejemplo, nuestra realidad se fractura y se funde con Metrópolis, mezclándose así con la realidad verdadera, exenta de las falsas reglas del Demiurgo como son tiempo, espacio, vida, muerte, recuerdos, sentidos, sociedad…

Es sin duda mi ambientación preferida en juegos de rol desde hace un tiempo y un cristal ahumado muy interesante a través del que mirar películas y series o la vida misma.

Para más información sobre la comunidad kultesca en activo:

The Last Cycle - El mayor punto de reunión en internet sobre TODO lo que tenga algo que ver con kult.

http://www.kult-rpg.com/forum/

Espiral Onirica - Pagina en español sobre kult y principal foro en activo de habla hispana.

http://www.espiralonirica.com/

domingo, 17 de octubre de 2010

El camino hacia Metrópolis - III



Algunos lugares tienen la ruina como patrón y el escombro como materia prima. Un polvo arenoso lo cubre todo resultando poético.

Si algo se mueve y no eres tu, escóndete.

En otros sitios la privacidad es molesta, aquí vital. La paranoia conlleva percibir la realidad a un nivel superior.

viernes, 15 de octubre de 2010

Perfección transparente



Te lo digo en serio, ya casi ni me acuerdo. Pero te contare mi historia, no tengo nada mejor que hacer.

Hace unos años empecé a experimentar con el ácido, abría mi mente a nuevas dimensiones, llenas de belleza. Pasaba los días entre vapores plásticos y mis noches eran un festival de colores con sabor y sonidos calientes o fríos.

Una de esas noches vi a una chica, su rostro perfecto sobresalía entre los demás y su imagen se me grabo a fuego en la memoria. Al día siguiente ya estaba obsesionado.

Fui a buscarla y no me fue difícil convencerla de que me interesaba su interior, siempre se me dio bien mentir. La llevé a mi casa, donde me confesó que buscaba un amor perdurable, sabía que la belleza no le duraría siempre. En mi estado alucinado me espantó la idea, así que apreté su cuello hasta asfixiarla y arrastrado por la obsesión la llevé a mi trabajo.

Estar tumbada desnuda y la luz de los fluorescentes le daba un aura artificial que me maravilló. Sin dudarlo la bañe en metacrilato, decidido a preservarla eternamente bella y perfecta.

La trasladé al sótano y bajaba a verla cada día, observando sus preciosos rasgos, mi Mona Lisa particular.

Pero la obsesión no desapareció.

Mis viajes a lomos del caballo lisérgico solo acrecentaron mi fijación por la belleza inmutable y algunas voces en mi cabeza me animaban a ampliar el museo.

Poco tiempo después ya era algo metódico: observar, cazar, preservar. La colección alcanzó las nueve integrantes. Podía pasarme horas mirándolas, respirando el aire alrededor de sus perfectos envoltorios eternos.

Los periódicos ya hablaban de un “enfermo”, un “animal sanguinario”, pero yo no buscaba sangre ni muerte, solo contradecir la realidad.



Recorrí la ciudad retorciéndome de insatisfacción, sin saber el qué saciaría mi hambre. Entonces la encontré, un rostro delicado y joven, que despertó las sensaciones de la primera vez.

Estaba allí macerando mi ácido estado, visionando el alivio definitivo, una chica de diez, genial ironía para completar mi decena, cuando advertí que un hombre me escrutaba. Comenzó a acercarse de manera inquietante, muy sereno.

Su expresión no decía nada, pero su forma de caminar, certera, sin pausa, testimoniaba su seguridad. Era un depredador, igual que yo.

- Hola – sus palabras sonaban claras a través de la música estridente y las luces de colores.
- Hola.
- Debes parar.
- No entiendo…
- Si, lo entiendes. No puedes intentar romper la ilusión del tiempo o tendrá... consecuencias – sus ojos oscuros se agitaron.
- ¿Qué consecuencias?
- Llamaras la atención, ya lo estas haciendo. Ni yo ni otros queremos que esta parte de la ciudad vuelva a ser tan interesante.
- Si no apoyáis mi búsqueda de la belleza es que no compartimos objetivos – no se qué sinceridad me impulsó a decir esto.
- Ya lo comprenderás cuando sea demasiado tarde - sentenció sombrío.

Se volvió, desapareciendo entre la multitud con la misma decisión que la atravesó la primera vez, se deslizó de vuelta a las sombras como si estuviera hecho de ellas.

Desoí su consejo y aceché a aquel ángel terrenal dos días completos, sin acudir siquiera al trabajo, arrastrado por una idea fija, espoleado por imágenes que solo una lamina de cristal podía conservar.



Mis manos se agarrotaban por la emoción mientras apretaba el paño empapado en cloroformo contra sus preciosos labios. El plástico de la vida eterna se derramó sobre su delicada silueta y la noche alargó para siempre su duración.

Ahora el sótano tenía una disposición similar a un templo, con mí última joya gobernando el centro como altar. Las amaba, era el único amor verdadero que podía sentirse, adoración.

Los golpes que imaginaba en mi cabeza resultaron estar más cerca. No dentro de mi cabeza, sino sobre ella, registraban la casa, buscándome.

Escapé, pero no sabía a donde. La ciudad parecía eterna y desconocida, salida de un sueño, amalgamada con otras, familiar y nunca vista a la vez.

Corrí por un borrón de callejones hasta llegar a mi trabajo. Siendo de noche estaba cerrado y me pareció un buen escondite. Contradiciendo mis pensamientos, esperándome allí, estaba un ser repugnante.

Debió ser un hombre, pero hacia mucho que no lo era. La piel había sido arrancada, dejando los músculos y los dientes amarillentos al aire, todo cubierto de costras secas. Su “ropa” eran tiras de cuero cosidas a su cuerpo desollado. Al mirarme directamente reconocí sus ojos.

- Te dije que pararas.

Me bendijo con algo que sabia que apreciaría, me emparedó para la eternidad bajo mi lugar de trabajo, pero me castigó sin sentidos, solo intermitencias breves de aquel lugar que ya conocía de sobra y era sucio y monótono. La lejanía de la belleza, de cualquiera, me atormentaría para siempre.

Ahora me conformo con contarle mi historia a otras almas atrapadas en este infierno de la realidad, a otros que ya perciben demasiado.

¿Oye? ¿Sigues ahí?

jueves, 14 de octubre de 2010

El camino hacia Metrópolis - II



La precipitación es tan gris como la superficie sobre la que cae. Desparrama su carga con la monotonía con que las estructuras debajo atrapan a quienes cobijan.

La saturación y la toxicidad del ambiente se disipan a veces en las corrientes calientes de la tarde. El aire resultante, aunque contaminado, está tan limpio en comparación que es imposible asociarlo al entorno que se ve mientras se respira.

La lluvia gris lo barre todo a un lugar secreto, las entrañas de la Tierra. Allí solo hay negrura, para los curiosos más negrura mezclada con horror y locura cuanto más se descienda.

Rol



Más de una vez me han preguntado: ¿De que va eso del rol?

La definición abarca varias cosas, desde juegos de mesa con componente interpretativo/estratégico, hasta ejercicios de interpretación para reforzar aspectos empáticos de los participantes.

Yo hablo de los juegos de mesa. Porque a pesar de cierta maledicencia periodística a mediados de los noventa, solo es eso, un juego.

En el caso de estos juegos (por lo general) el tablero se ajusta a lo que los jugadores lo desarrollen. Como en otros juegos hay fichas para los jugadores, solo que estas son algo mas detalladas que simplemente estar diferenciadas por un color.

Los personajes que los jugadores interpretan son las fichas y son personalidades completas con una vida dentro del universo que habitan, la ambientación del juego. El estimulo radica en que la partida dure para un jugador lo que su personaje viva. Y por lo tanto evolucione y gane experiencia.

Hay un jugador que es el encargado de “ser” ese universo, él interpreta a todos los personajes que lo jugadores se encuentran en una partida (los personajes no jugadores o pnjs) y encarna todo lo que los personajes ven.

Es el Director de Juego (también árbitro, narrador, Dungeon Master o simplemente Master o DJ). Él (o ella) es el encargado de describir a los jugadores todo lo que perciben sus personajes, interpreta el papel de todo bicho viviente que los rodee y es en general todo lo bueno y malo que acontece en la partida, es el tablero sobre el que se juega.

Como reza una popular frase del mundillo: “Un buen director de juego sabe todas las reglas y también cuando debe olvidarlas.”

Los juegos de rol se componen de dos facetas, ambientación y sistema.

La ambientación es el mundo en que se juega, la Tierra Media de Tolkien, el mundo de espías de 007, la España renacentista, todos son válidos. Hay muchas ambientaciones y siempre es una cuestión de gustos escoger una, normalmente es algo que depende del libro que se compre el futuro director de juego.

El sistema son los números que convierten esto en un juego con el azar como dificultad. En una partida puedes querer que tu personaje escale una pared, pero no es tan fácil como querer hacerlo, igual que en la vida real, que lo consigas o no lo determina lo fuerte y ágil que seas y tu experiencia.

El sistema determina el nivel de éxito (o fracaso) en lo que los personajes jugadores y no jugadores intentan hacer, dando al director de juego la herramienta para ser justo y a la vez participar.

El primer juego de rol en aparecer fue Dungeons & Dragons (1974) y fue creado por Gary Gygax, fallecido hace dos años. Al parecer arbitró partidas hasta la semana anterior a morir.

Toda una forma de ocio alternativo que agradecerle al genial señor Gygax (y también a Dave Arneson :) ).

El camino hacia Metrópolis - I



Era el último cartucho. Las sombras alargadas de los edificios del centro de la ciudad se proyectaban alrededor.

Cambiaba continuamente para ser de nuevo una calle que ya se conoce. Las bisagras chirriaban, los cerrojos saltaban, el arma estaba cargada.

Vestigios de un futuro que no había llegado, ruinas de la modernidad, capillas y parroquias urbanas, todo escondía su verdadera forma y la de quienes acechaban adentro.

Cartucho humeante, tripas desparramadas, formas desmoronadas. El camino hacia el interior se había aclarado.

lunes, 4 de octubre de 2010

Oktubre



Digo bien, Oktubre con k de kultesco.

Este purgatorio hecho de sangre y almas va a vivir un mes de octubre diferente, por ser el primero en la vida de este lugar de fecundidad irregular y también por lo poco especial que es normalmente este periodo.

En Alemania, en la región amiga de Baviera sobre todo, le tienen cariño a octubre. Pero aquí en España los periodos importantes los marcan los días de fiesta que las empresas y nuestro gobierno acuerdan darnos y los clásicos cambios meteorológicos propios de cada estación.

Octubre era un mes triste, sin ser la vuelta a casa de septiembre y demasiado pronto para pensar en la navidad. Pero va a renacer como oktubre, mes kultesco.

Kultesco es un adjetivo que podría significar: belleza inquietante y oscura. Y este oktubre ira dedicado a lo que encaje en esa definición.

Yo por mi parte tendré textos sueltos como siempre (pero este mes mas a menudo, lo prometo) y además cualquier aportación sera bienvenida (aunque la esperanza es escasa), textos, opiniones, imágenes o lo que sea, solo este mes, oferta por tiempo limitado. Solo pido que si se aporta material, sea kultesco.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Invierno 11



La estancia de Urlen en arboleda no estaba siendo lo que se dice paradisiaca. Disfrutaba de la hospitalidad del Alguacil Jort, famoso por la seguridad infranqueable de sus calabozos.

Así las cosas se decidió a esperar hasta que alguien le visitara, además de las ratas, que correteaban por las grietas en los muros a su alrededor.

Cuando amaneció el siguiente día se oyó jaleo en la plaza frente al cuartel del alguacil. De un salto se agarró a los barrotes de su ventana, que estaba lindando con el techo de la pequeña celda, aupándose con ayuda del muro veía la plaza desde el suelo, una incomoda ironía.

Entre una multitud agitada surgió uno de los vigilantes con Dindan cogido por el brazo mientras apartaba a la violenta muchedumbre. Desde aquel lugar, rodeado de ruido y agitación el músico volvió la cabeza y miró a Urlen a los ojos como si hubiera sido consciente de su escrutinio en todo momento.

La mirada intrigó al guerrero, era igual que la de los lobos que dejaran atrás en las montañas, tranquila y respetuosa pero que no oculta el animal al acecho tras ella.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Chorradismos




Tengo el gusto de presentarles a todos ustedes un increíble truco de ilusionismo, observen. Aparece un mago de gesto taimado, en su mano trae una chistera y... ¿que saca de ella? Una prohibición contra las fiestas taurinas, pero atentos, vuelve a ejecutar sus pases y ¡magia! ¡de la misma chistera esta vez sale un toro envuelto en llamas! Otro truco patrocinado por su querido sistema, un aplauso por favor.

Mi poco sutil aproximación a este asunto , deja claro lo que opino y seguramente más de uno como yo. Ya cuando prohibieron en cataluña los festejos me lamente ante familia y amigos "este es un día triste para las libertades civiles", se me escapaba a cada rato y lo decía en serio, es que de verdad es triste que nos prohiban ser unos salvajes que disfrutan del sufrimiento ajeno (y no lo digo irónicamente).

Tenia razón uno que ese día defendió una posición coherente, decía este chaval (el único político al que le desearía un final con menos salpicaduras que a los demás) dirigiéndose a los favorables a la prohición en la cámara, que no se debía prohibir algo por causas equivocadas, todos sabemos que aquello no iba de vetar las corridas. Y que si tan defensores de los animales eran, que vetaran también los correbous (eso tan bonito de un toro con bolas ardiendole en los cuernos). Convirtiendo en rocambolesca la situación los mismos hipócritas bocazas a los que se dirigía aparecían en televisión después defendiendo lo contrario.

Y también coincido con él en otra cosa, la más importante. Prefiero que mis congéneres rechacen algo como los festejos taurinos porque les asquea, a que se lo prohiban, porque entonces si que la jodimos. Lo supe desde que esos trajeados pomposos se aplaudían los unos a los otros. A la siguiente corrida un comunicado en defensa de "la fiesta" y a continuación todo país con un mínimo vinculo con esa "cultura" reivindicando su derecho a hacer el animal, en el peor sentido.

Y es que de estas cosas solo saco una cosa en claro. Las prohibiciones son una imposición y por lo tanto algo que parece un castigo por algo que no has hecho, lo que cabrea sin que sepas ni que es lo que te están prohibiendo hacer. Eso es lo peor de los vetos, legitiman incluso a quienes claramente no tienen razón, puesto que han pasado a ser un sector social oprimido.

lunes, 30 de agosto de 2010

Bufff



Se podría decir que el verano es un tiempo que destruye el animo de trabajo de las personas, desde luego yo puedo decirlo porque a mi me pasa. He intentado seguir purgándome, escribir un gélido relato de la bienvenida que el pueblo de Arboleda a buen seguro le va a dar a Urlen y Dindan y en mi imaginación los glaciares del relato se derriten por el calor que me rodea y ahogan a todo el mundo.

La suma de calor y vacaciones hace que me den ganas de estar todo el día haciendo nada, aunque en mi cabeza se muevan lugares y personas y se escriban nuevas historias que merecen ser contadas. Pero eso pasa en segundo plano, la imagen que reina es la de un bosque agitado con el viento moviéndolo, convirtiéndolo en un mar de verdes y rojos Desde que lo vi se ha anclado a mi cortex visual y cuando cierro los ojos lo veo y respiro...

El verano es el tiempo en que se secan los torrentes, pero llegará el otoño y volverá el agua a alimentar el cauce, hasta entonces saludos desde ninguna parte.

jueves, 8 de julio de 2010

Invierno 10



Había cabañas solitarias en puntos dispersos y sus habitantes al ver a los dos viajeros hacían poco o nada por encontrárselos o conocerlos.

Tras una breve ruta en dominios de leñadores las puertas de Arboleda se alzaban ante ellos. Nadie parecía patrullar la entrada, ningún soldado en las torretas.

Urlen contempló la fortificación y le confortó la idea de dormir tras la seguridad de unas murallas, tras días de vagar por tierras salvajes.

Las puertas se abrieron mientras se aproximaban y aparecieron arqueros en las torretas que les apuntaban al tiempo que lanzaban advertencias y les alentaban a deshacerse de cualquier arma que portasen. El orgullo guerrero del sureño le hizo llevar la mano a la empuñadura de su arma, idea que desechó al ver la comitiva de guardias armados que acudía desde el interior de la ciudad.

La expresión de Dindan, como en otras ocasiones se volvió sombría y abrió su instrumento, pero no paso nada, antes de que llegara a accionar alguno de sus mecanismos se lo arrebataron, a ambos les despojaron de su equipo y los maniataron.

Urlen había sufrido un pálpito de miedo al ver el gesto de su compañero, pero al quitarle los guardias el Canundrón fue como si un velo hubiera sido retirado de su vista y saliese de un sueño, viendo por primera vez a Dindan como lo que era, un triste hombrecillo, loco y patético, que sin su juguete lloriqueaba mientras lo apresaban.

Los arrastraron adentro y el joven caballero buscó refugio en el sarcasmo:

- ¿Amigos tuyos? – preguntó al bardo, que hipaba con cara de atontado.

El verde




Kira estaba acostumbrándose a las nuevas habitaciones, curioso, nunca habían tenido, así que en realidad estaba encantada.

Su nuevo hogar era el edificio verde, un coloso casi derrotado en aquel paraje polvoriento. Había acogido a la nueva familia como lo hizo con oficinistas y científicos cuando tenía otros propósitos.

Ellos eran Sofía y sus hijas Kira y Menut, de diecinueve y seis años respectivamente, las protegía Ryo, cuñado de Sofía y tío de las niñas. Gracias a él las mujeres nunca necesitaron más protección de los hombres sin escrúpulos del páramo.

Según los adultos estarían más seguros lejos de las grandes ruinas, donde los desalmados se abastecían de lo que necesitaban como animales carroñeros. Vivir apartados, resguardados y seguros hacía que Sofía y Ryo pasaran casi todas las horas de luz lejos de casa buscando comida y agua. Dejaban a Menut al cuidado de Kira y esta se perdía en sus sueños.

La niña jugaba entre los escombros y saltaba de piedra en piedra, Kira estaba dibujando nubes en una pared con un trozo de tiza, un original cielo verde. Menut se cansó y se durmió sobre su hermana que contemplaba el páramo imaginando el antiguo mundo. Vehículos, grandes ciudades llenas de gente feliz, con agua al alcance de la mano, fruta a montones en los mercados, televisión, el sueño perfecto de la humanidad.

Vio entonces una calle y era inusual, porque solo las había visto en fotos y dibujos. Tres casas prácticamente idénticas y consecutivas se conservaban entre los restos de otras que fueron iguales y le devolvían la mirada. Era solo un pedazo del pasado y estaba aislado sobre una escombrera igual que todos los pedazos que había por allí.

Le gustaron aquellas casas guarnecidas entre chapas y esqueletos del mundo desaparecido, reforzaba su ensoñación. Acarició la cabeza de Menut metiéndole los dedos en la melena oscura y le susurró al oído.

- Un dia tendremos una casa así – besó su mejilla – y yo tendré un jardín con flores.

De buen humor



Los relámpagos llegaron primero, como es natural. La lluvia, pausadamente al principio con furia después, caía sobre la ciudad.

Él estaba solo en casa, viendo como otros salían a la calle y se malhumoraban ante la visión del asfalto húmedo.

Los arboles estaban visiblemente alegres, saludando a la lluvia, él hizo lo mismo, disfrutaba la lluvia aunque a otros no les gustara.

Se puso un chándal gris viejo y salió a correr, quedando calado en pocos segundos. Agitó la cabeza bajo el chaparrón, respirando el aire húmedo y limpio.

Unos gorriones se refugiaban en una cornisa cercana y asomados a la calle vieron al alegre corredor, que apoyó las manos en las rodillas lanzando bocanadas de vaho.

El agua recorría toda su cabeza, arrastrándole el pelo delante de la cara, al apartarlo vio a los pajarillos y les sonrió, mientras, a su alrededor caras en grises muecas.

No disfrutaba la lluvia sin importarle que a otros no les gustase, la disfrutaba porque ellos la odiaban.

miércoles, 30 de junio de 2010

Invierno 9



El viento que recorría el valle traía olor a pastos, algo que un viajero en aquellos parajes agradecía de inmediato, la cercanía de la civilización.

Nuestros protagonistas habían alcanzado un sendero que recorrían desde el día anterior y estaban más tranquilos. El deshielo era evidente en el cauce cercano de un riachuelo que crecía por momentos y se podían ver viejas canalizaciones de agua para cultivos que el hombre había perdido antaño frente a la naturaleza.

Las tierras salvajes dieron paso a pastos y colinas, una combinación bella en su sencillez enmarcada por montes y montañas nevados.

Era su segunda jornada en aquel nuevo terreno y Urlen empezó a imaginar porqué la ciudad se llamaba Arboleda. Una línea verde, que tan solo era el comienzo, anunciaba la existencia más adelante de un inmenso macizo boscoso.

El valle se abría entonces a tierras llanas que iban ladera abajo, dejando Arboleda y su sinonímico entorno como puerta a la montaña. La ciudad podía verse a lo lejos rodeada de frondosidad.

- Ah… el hogar – dijo Dindan con una amplia sonrisa.

Invitado



Hay una fiesta en la sexta planta. Todos están felices, ríen, brindan y disfrutan del ambiente.

Ahí, sin hacer ninguna de esas cosas estoy yo. Me pregunto que estoy haciendo allí, porqué me invitaron. No hay una emoción definible en mi interior, pero si agitación. Estoy cerca del mareo, nada me parece como debería ser.

El jolgorio a mí alrededor me satura y salgo a una terraza. Muy por debajo los sonidos de una ciudad adormecida me calman. La puerta se abre y un rostro feliz me hace compañía. Me pregunta como me va y le digo la verdad, me estoy pudriendo por dentro. Posa la mano en mi cabeza con cariño y me dice que todo se arreglará, después regresa adentro.

Aunque crean conocerme o yo a ellos, todos sabemos que es una mentira aceptada de común acuerdo, para no asumir la debilidad de nuestras apreciaciones.

Desde fuera de la fiesta la veo como estando adentro, igualmente no pertenezco allí, en realidad a ningún lugar. En ese balcón, solo, es donde pertenezco, en la “compañía” de alguien que me acepta y conoce. De otra manera siempre soy un invitado en una fiesta que no comprendo.

jueves, 17 de junio de 2010

Invierno 8



Todo alrededor de Urlen se agitó, las rocas se resquebrajaban y el suelo vibraba como lo haría bajo una estampida de enormes bestias.

Dindan se alzaba ahora flotando en el aire mientras reía y golpeaba los mecanismos del Canundrón más enloquecido de lo normal. Relámpagos y rayos multicolor salían del instrumento y causaban destrucción allá donde golpeaban.

El impulso del joven guerrero era huir, pero el miedo paralizaba sus piernas, una angustia indescriptible amenazaba con cortar su respiración y entonces… abrió los ojos.

Nunca había tenido una pesadilla así que Urlen estaba nervioso como mínimo. Su frente estaba perlada de sudor pese a la baja temperatura. Frente a él Dindan dormía plácidamente. Con una sonrisa en la boca ronroneaba y hacía ruidos propios de un animal satisfecho.

Seguían en un campamento improvisado de camino a Arboleda, la única población de la zona y lugar de origen del músico loco.

La perspectiva de acercarse a la civilización –juntos además- no hacía felices a ninguno de los dos viajeros, pero se lo escondían el uno al otro debido quizá a que la necesidad de asociarse era tan patente en los últimos días como su desconfianza mutua. Habían acelerado su descenso por aquel valle alentados por los lobos que les seguían hacía poco y que se encontraban envalentonados por la mejoría del tiempo.

Al acordarse de ellos Urlen tuvo un escalofrío y se arrebujó en sus mantas, poniendo atención a los sonidos tras el viento.

Dindan soñaba con un pastel enorme.

Madrid IV



Siempre hay una pareja besándose y otra discutiendo, gente mirando lascivamente a otra. Siempre hay alguien durmiendo en un banco. Siempre hay dos amigos paseando que no se dicen claramente lo que sienten, por puro e inocente que sea. Siempre hay alguien disfrutando y alguien jodido. Siempre hay tráfico en movimiento y prisa impregnada en el aire. Siempre hay un semáforo con peatones que lo cruzan. A veces si te fijas, una ventana está abierta en un edificio con muchas parecidas. Siempre hay dinero en movimiento. Siempre hay sopor encerrado consumiéndose lentamente. Siempre hay niños en un parque. Siempre hay humo. Siempre hay anuncios. Siempre hay noches con búhos y gente dentro que se deprime al ver algo. A veces es un día de suerte. Siempre hay luz…y polvo en alguna parte y oscuridad. Siempre y nunca.

La grieta



Miraba al suelo, porque ese era siempre su estado de ánimo. Había una gran grieta que recorría de parte a parte la losa que el gobierno municipal instalara hace incontables años frente a la casa para formar una bonita calle de barrio residencial. El asfalto que en su día había a continuación ya no estaba, ni tampoco cinco metros de tierra que yacieron bajo él. La losa estaba así, casi suspendida en el aire.

Más allá el horizonte se coloreaba amarillento. El mundo era sólo un páramo estéril. Algunas construcciones agonizaban en aquel mar de nada, a su alrededor resistían acumuladas las escombreras que recordaban a la humanidad que las crease.

A Armand, el último hombre vivo, le gustaba la vista. Llevaba una vida viéndola. Solía pasar la vista de la gran grieta que adornaba la losa de la entrada a los pocos edificios semiderruidos al fondo, nada cambiaba nunca.

El edificio rojo estuvo infestado de ratas enormes una vez, así que aquella fue una época divertida para Armand. Subía a la vieja torreta antiaérea de su casa y las hacia puré.

El edificio verde en cambio le resultaba interesante, conservaba algo de su integridad estructural, podía serle útil. Y… le pareció apreciar movimiento, “Ratas enormes o esos malditos perros molestos otra vez”, se dijo.

¡No! Eran… o parecían ¿humanos? ¡Pero ya no había más! ¡Él era el único! ¡El único que podía haber!

Subió la escalera metálica de acceso al observatorio, con las prisas y la excitación rompió adornos de la vivienda y se golpeó con muebles, escalones y lo que encontraba a su paso.

Desde el catalejo confirmó sus sospechas. Cuatro figuras humanas. ¡Imposible! Era lo único que podía pensar. Cuando su expresión de incredulidad fue completa la vieja losa de la entrada pareció sentirlo. Con un crujido se partió para caer rodando por la ladera de la colina.

Los cambios, al parecer, eran inevitables.

miércoles, 2 de junio de 2010

Madrid III



Es sábado por la noche, un crisol multicolor es el collage en que se convierten las calles, lobos solitarios, bellos rebaños de ovejas, vampiros en cuadrilla, cabrones resabiados, todos montados en el tren de la adrenalina nocturna.

Todo parece ingenua e inocente alegría, pero en algunos rincones se enquista la decadencia y la perversión. Como respondiendo al olor de esto ultimo coches de la policía nacional encienden sus sirenas y atraviesan las arterias a toda velocidad y con toda probabilidad equivocados de dirección.

Unos cuantos cuya inteligencia y prudencia están en equilibrio salen directos de los bares a sus coches y luego a un nuevo bar.

La avalancha de gente no se detiene un segundo, un local de moda se vacía y otro se llena, la artificial alegría de la ebriedad nocturna llena muchos espíritus, se forman vínculos para acabarse a continuación, las reglas se olvidan o se permite romperlas temporalmente, un desorden no desbordante ronda las calles, el calor aumenta.

Risas resuenan escandalosamente al rebotar contra fachadas y suelos, chicas preciosas cuidadosamente maquilladas y bronceadas equivocan sus prioridades, un chaval que las mira deseoso se da cuenta de lo injusto de su existencia y decide irse a casa en ese momento. La totalidad de incidentes en tan corto espacio de tiempo hace detenerse el mundo, los relojes no avanzan en apariencia y solo el clarear del cielo amenaza romper el encantamiento.

El tono cambia de índigo a celeste y la fiesta se acaba para casi todos, el Sol aparece y cariñosamente acaricia las azoteas y cúpulas de muchos edificios, algunos antiguos y de función olvidada, pero de contradictoria belleza que aspira a la eternidad.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Invierno 7



A continuación no cambió gran cosa. Los dos salvajes montañeses se habían desecho junto a Rolf, su líder. Ahora solo eran dos montones gelatinosos de color rojo oscuro que humeaban en el aire frio de la mañana.

El que fuera el jefe de una banda miró en lo que se habían convertido sus esbirros, el “pastel” que observaba burbujeó entre vapores nauseabundos y un sabor amargo subió por la garganta de Rolf que se esforzó para no vomitar.

Urlen salió de su escondrijo tras las rocas, horrorizado ante lo que había visto y seguía viendo. Le inquietaba profundamente todo aquello, pero más aún que quizá influido por la música del Canundrón, no estaba nervioso en absoluto. Había combatido y visto hombres morir de manera sangrienta y cruel, a veces incluso mujeres y niños, pero lo que ese bardo demente acababa de hacer…

Saltó desde las rocas a la nieve y Dindan que no había dejado de mirar a Rolf con expresión divertida, volvió la cabeza y echó un ojo a Urlen por encima del hombro.

- ¿Ya no te escondes? ¿Vas a acabar con su sufrimiento? Esto está más cercano a la justicia para ti ¿verdad? – le espetó en un tono tan malicioso como impertinente y luego se rió sádicamente.

- Pero… - la tensión presionaba la garganta de Urlen, que volvía en sí - ¿Qué has hecho? ¡¿Qué has hecho?! – ante la espantosa escena dejó caer espada y escudo y se llevo las manos a la boca para no gritar y luego las llevo a la cabeza para que su cordura no escapara de su cráneo.

- Lo que hago es lo mismo que vengo haciendo, ayudarte. Aunque no muestres ni pizca de agradecimiento. Aquí tenemos a otro animal indefenso para que lo mates, se nos ha acabado la carne, así que… - dirigió sus ojos nuevamente a Rolf, paralizado a solo unos metros.

El montañés era estúpido, pero reconocía la muerte al verla. Devolvió la mirada con la cara torcida por el horror y salió corriendo claramente presa de la locura. El eco de sus gritos resonó valle abajo.

martes, 25 de mayo de 2010

Dudas profundas



Estaba claro, preguntar en internet que afición prefiere la gente (Deportes, Libros, Videojuegos, Cine, Rol y/o juegos de mesa, cartas, etc e Internet), ha tenido un desenlace predecible, Internet tuvo el incontestable resultado del 100%.

Si la Música no iba incluida entre las opciones es porque sencillamente asumo que es combinable con cualquiera de ellas (en el Cine por ejemplo esta totalmente integrada).

Durante un tiempo dejaremos lo de las encuestas, por el momento no se me ocurren más preguntas que lanzar al aire. Gracias por la participación.

viernes, 21 de mayo de 2010

Qué mal está la tele...




Y no es que lo diga yo, es un hecho. Hace un par de mañanas desayunaba frente a imágenes de "pseudoactualidad" informativa, el típico telediario mañanero hambriento de algo que contar.

Aparecían secuencias de granjas de cerdos mientras los textos superpuestos predisponían a encontrarlas crueles y poco humanas. Las había grabado una asociación de defensa animal, al estilo que tanto gusta a los periodistas actuales, un reportaje de investigación con cámara oculta.

Luego, un portavoz de la asociación comentaba el asunto poniendo verde a la administración por su falta de control, algo que siempre me gusta y también aconsejando al consumidor no comprar productos de origen animal para combatir a una industria que, tan cruel como avariciosamente explota a los pobres animales, incapaces de defenderse ellos mismos.

A estas alturas su argumentación entre vegetariana y con regusto infantil edulcorado ya me estaba aburriendo. Cierto que cualquier cosa que te comas estuvo viva y las industrias humanas lo han torturado y explotado hasta la muerte, es por eso que te lo puedes comer.

Ojo, digo bien, cualquier cosa. Porque por ahí hay unos vegetarianos radicales que se creen que aparte de su salud, también su karma se resiente menos si comen plantas. A ellos, deberíamos dejarles reflexionar.

Es que dan la sensación de necesitarlo. ¿Acaso las plantas no tienen sistema nervioso? ¿Un feto, un huevo y una manzana no son lo mismo? ¿No es sangre la savia? ¿No es destructivo, torturador y explotador el cultivo industrial para consumo humano? Unos cuantos han decidido que no porque su comida no se queja cuando la matan.

A ese idealista que aparecía en el informativo le contaría que la familia media, que casi no llega a fin de mes, dificilmente tiene tiempo, imaginación o dinero para encajar en su vida no consumir productos de origen animal.

Ya que somos tantos y hay que darnos de comer, aunque con sus siempre cuestionables métodos, la industria alimenticia nos tiene bien surtidos (en exceso de hecho) y estoy totalmente de acuerdo en vigilarlos, sancionarlos (cuando proceda) o lo que haga falta para que nadie tenga queja. Pero por favor, sin falsos idealismos ni dietas hipócritas.

martes, 11 de mayo de 2010

Madrid II



Camino cerca de Bilbao y entro al metro, mi propia prisa me empuja pero algunos de los otros pasajeros también. Tengo que hacer transbordo en Sol, me abro paso entre los turistas y los que sencillamente no entienden que otros tienen que llegar a alguna parte y ellos con su actitud despreocupada del resto de la humanidad cabrean a quienes tienen poca paciencia –como yo- y cosas que hacer.

Justo me dirijo a las escaleras que dan al andén de mí línea y una vendedora ciega de cupones de lotería hace gestos al aire y grita:

- ¡Oye! – no estoy seguro de que sea a mí (hay más gente alrededor), pero respondo.
- ¿Si? – agita ante mí cara un billete de diez euros que tiene en la mano.
- ¿Es bueno? – pregunta apremiante.
- Si… yo diría que si – ni pensaba en tener ese tono de duda en mi voz, pero me salió.
- Vale, gracias – me despachó en un segundo.

Subo a un vagón gobernado por el aburrimiento, muchos rostros de mirada esquiva parecen aguardar por algo más que la llegada de su destino. La atmosfera cargante se rompe cuando un grupo de colegialas con faldas a cuadros invade un cuarto del espacio. Aunque solo hablan de chorradas, veo su inocencia y juventud de espíritu y me ataca la melancolía.

Salgo a la superficie y entro en una oficina, espero mi turno con ilusión y escepticismo. Paso a un despacho con un trajeado tras una mesa, todo en ella esta perfectamente ordenado, como el peinado de mi entrevistador.

Me vende el fantástico trabajo que tiene para mí, ofertando a potenciales clientes un producto revolucionario, el novísimo “Ionizador aéreo”, que por expansión de iones en el aire domestico purifica y esteriliza el ambiente en el hogar. Le pregunto cuanto cuesta el cacharro y el me responde que semejante maravilla tecnológica cuesta sólo quinientos euros, de los que me tocaran enteramente cincuenta, pero en caso de que vendiera más de diez mi jugosa comisión ascendería a setenta euros.

Me dice que normalmente el proceso de selección es más largo pero mi actitud y presencia le convencen de que valdré para esto, así que me cita para ir al día siguiente con un supervisor a hacer mis primeras ventas y ver qué me parece. Estrecho su mano sonriendo y le despido hasta mañana mientras mentalmente me juro cortarme los genitales con unas tijeras de podar si vuelvo a verme en una situación parecida.

Llego hasta mi coche con un agobio familiar, estrés de ciudad. En el tráfico me muevo con la misma sensación de estupidez global a mí alrededor, todos aborregados y con atención omisa a las normas de conducción –que no es que me gusten mucho- que ayudarían al menos a moverme más ágil entre ellos. Dos que no parecen tener mi aguante aceleran y sobrepasan rápida y peligrosamente las concentraciones de vehículos, tampoco esos imbéciles me hacen demasiada gracia, incluso menos que los borregos.

Estoy parado en un semáforo y se me acerca un hombre casi anciano y un poco regordete, balbucea algo, pero no entiendo nada y tengo que bajar el volumen de la radio.

- ¿Perdone?
- Que…mmmm…tengo sangre, mira – señala a su pierna y veo manchas en su pantalón de sangre y pus resecas.
- ¡Ostias! ¿Quiere que le lleve a un hospital? – mi ofrecimiento es sincero, pensando en algo grave.
- No…-dice con un tono lastimero- mmm…dame un euro o algo…mmm –el recuerdo de mi bolsillo con unas pocas monedas rojizas de escaso valor se me hace visible.
- No tengo un duro –lo digo con convencimiento que él debe interpretar como una brusca negativa.

El viejo se aparta de mi coche y repite su ritual en la siguiente ventanilla. El semáforo cambia a verde, acelero para alejarme de allí. Puto dinero.

lunes, 10 de mayo de 2010

Invierno 6



- ¡Maldito idiota! Quedándote ahí en medio descubrirás nuestra posición desde muy lejos. Moriremos. ¿Entiendes eso?

Las palabras de Urlen no detuvieron al alocado músico, que completó su ritual. Las primeras notas sonaron entonces, pero no tenían nada en común con la última vez que el caballero había visto el Canundrón en funcionamiento.

La música que siguió era hermosa, tan bella que uno podía quedar extasiado como el infeliz animal del día anterior solo por su belleza, pero el joven sureño no sintió nada extraño, solo una emoción que no había conocido antes, porque nunca había oído una buena melodía, no digamos ya algo de una belleza que se aproximase a la que estaba presenciando.

Los tres caballos y sus jinetes aparecieron desmigajando el suelo a su paso, rápidos y feroces, el brillo de sus armas desenvainadas era visible desde la distancia, sus intenciones, evidentes.

Una vibración empezó a tamborilear el suelo y este a su vez se deslizó sutilmente, al principio los asaltantes no lo notaron, segundos después ya no podían escapar, un pequeño alud, controlado con una invisible mano gigante, arrastraba animales y personas hacia Dindan. Al llegar a él se detuvo, a la par que la música y las luces del Canundrón. Los tres hombres se levantaron.

- Eh… - gruñó el más grande, que lucía una cicatriz en la mejilla y actitud de líder - ¿Tu quién eres? ¿Dónde está el metal que transportabas? Lo hemos visto brillar en la distancia y parecía plata, desentiérrala o te mataré más despacio de lo previsto.

- Siempre he dicho que los montañeses sois idiotas.

- Eres muy valiente para ser un hombre muerto.

- ¿Muerto? ¿Lo ves? Te dije que estamos muertos – el bandido frunció el ceño y lo tomó la frase dirigida a un tercero por uno más de los gestos nerviosos del hombrecillo extraño.

- Deberías ser razonable y darnos la plata, no me interesan tus historias, te cortare despacio si no gano algo de dinero hoy.

- Esto que tengo aquí vale dinero – alargó la mano mostrando la caja de madera oscura cubierta de cristales coloridos, que a su ignorante antagonista le parecieron gemas, pequeñas, pero gemas.

- Pues dánoslo, o te lo arrancaremos de las manos, después de arrancártelas también – miro a sus compinches y los tres rieron sintiéndose fuertes e intimidantes.

- Tened…

La música volvió, era rápida y acompasada, bella pero triste, los hombres ya no se reían.

- Rolf – uno de los esbirros del líder le toco el hombro con mano temblorosa – creo que es el loco de Arboleda, dicen que desapareció en la montaña, en la caverna verde…

Entonces Rolf (que así se llamaba aquel infeliz), comprendió que todo iba a salir mal, no iba a ganar dinero y no iba a cortar a nadie ese día. Tragó saliva y sus dos compañeros simplemente comenzaron a desangrarse por cada orificio de su cuerpo a toda velocidad, tanta como la que había adquirido aquel intenso tema.

Dindan parecía a miles de kilómetros mientras sin parar golpeaba cuerdas, apretaba resortes y no apartaba la mirada de los dos cuerpos que se convertían en pulpa.

sábado, 8 de mayo de 2010

Madrid I



En uno de sus dorados atardeceres hay un atasco en alguna de sus perennes obras, los coches alternan estar parados y moverse máximo cinco metros, con el polvo y trabajadores inmigrantes que doblan turno como escenario.

Algo inapreciable en mitad del embotellamiento hace que aparezca un movimiento lento pero constante –probablemente algunos desesperados por llegar tarde sencillamente se han esfumado-. En la actividad parecida a una procesión de hormigas aparece un gigante crujiente. Ruidoso y polvoriento un camión se une a la comitiva. Hay algo majestuoso en su forma de integrar el caos en la ordenada marcha, de tal manera que activa aún más el recién adquirido ritmo. El movimiento a su alrededor asemeja una batalla con un frente roto por la entrada de un poderoso contingente enemigo.

Las turbulencias del viento arrastran un manto marronáceo sobre la escena, podrían darse en algún desierto, aunque en este –el de la civilización- hay menos vida natural.

Son las seis de la mañana, todo se agita, muchos se apretujan en las paradas de autobús o las estaciones de metro, son los que empiezan el día, en dirección contraria los que lo terminan, como si quisieran hacer rotar la Tierra contrasentido.

Muchas luces se encienden y más vehículos se unen al tráfico, que nunca acaba. Los perezosos corren para no llegar tarde y los madrugadores llegan a las cafeterías justo antes de entrar a trabajar. Nada parece casual, todo está orquestado por la cotidianidad y muchos no sabrían decir en que día de la semana se encuentran.

En esta rutina unos heraldos de la anormalidad colisionan con su coche contra un poste que anuncia –miente- crema anti-celulítica, se dan prisa en moverse del lugar, pero su tartana esta jodida y unos policías locales ven su particular rutina también ponerse en marcha.

La máquina chirría y emite sonidos lastimeros, casi de agonía, desde las alturas es un corazón gris, metálico, maloliente y lleno de tensiones, vivo, pero máquina al fin y al cabo. Algunas células muertas son reemplazadas, las nuevas aún no han engrisecido, pero lo harán, los hombres parecen –parecemos- nanobots de un complejo sistema, reparando pequeñas fisuras en el órgano, para evitar el colapso, con esa idea siempre en mente, aunque ya nadie tiene recuerdos claros del ultimo infarto, salvo algunas células que pronto serán reemplazadas.

En un parque se celebran las fiestas de un barrio, se forman parejas y otras se rompen, bailando entre el exceso y el deleite algunos no encuentran su lugar, como no lo harán nunca, contemplan la vida. Dos adolescentes melancólicos, algo ebrios, charlan sobre su incapacidad para afrontar la realidad, por instantes de inestimable valor se sienten libres, aliviados por su tan familiar acomodo al encarcelamiento cotidiano.

jueves, 6 de mayo de 2010

Mierda de teclado



Debido a problemas técnicos he aplazado un poco el posteo, pero volveré dentro de poco.

Se que los lectores fieles del blog (si, los dos) han estado pasándolo mal, pero paciencia.

La encuesta que quedó pendiente era "Fama o Dinero". Y esta claro...

NADIE escogió la Fama, es la más complicada de las elecciones. ¿Quien quiere que le conozcan cuando puede ser asquerosamente rico a secas?

El Dinero, por contra, es valorado como la elección prioritaria por el 40%, pero cuidado, a veces mucho dinero conlleva fama no deseada.

La opción no contemplada en la pregunta de la encuesta, Poder, se llevo el gato al agua con el 60% de las almas compradas y por muy buenas razones. El poder es sinónimo de dinero o al menos de control del mismo, en bolsillos propios o ajenos. Y por supuesto, se pueden elegir muchas cosas con poder, como el propio nivel de la incomoda fama, donde vivir, donde morirán otros, etc.

Creo que son resultados bastante esclarecedores de por sí para comentarlos más.

viernes, 9 de abril de 2010

Infección



Infección

De carácter marcadamente friki, el último test (“Ante la infección Zombi”) tuvo buenos resultados o al menos a mi me han gustado, suelen gustarme porque soy fácil y lo sabéis.

Lo que de verdad me hizo disfrutar fue la respuesta ganadora “Iba a disfrutar haciéndolos picadillo, aunque durara poco”, con un 71% de los votos. ¿A quién no le gustaría triturar humanos sin consecuencias? Todo un final…

En segundo lugar, la respuesta de los supervivientes “El nomadismo me salvaría, junto a los míos” sacó un 28%, bien por vosotros.

Las restantes “Convertiría mi casa en un fortín” y “No hay esperanza” (que son casi lo mismo ante la infección zombi), no tuvieron ni un triste voto. Habeis estado listos.

Gracias como siempre por la participación.

Ira



Bajo las escaleras del metro con prisa, siempre me cabreo mucho en ese estado, el ácido corrosivo punk rock que se filtra desde mis oídos a mi cerebro aumenta la velocidad de la ira.

Las escaleras mecánicas parecen no tener final. Hay un tío atravesado junto a su enorme maleta, aunque voy entre estresado y psicótico busco amabilidad en algún lugar y le pido por favor que me deje pasar.

En el tercer tramo de escaleras llegando al andén prácticamente, un caso parecido. Mucha gente se ha alineado a la derecha para dejar pasar a los que, como yo, tenemos prisa. Menos ese gilipollas que charla despreocupadamente con su amigo ocupando el lado izquierdo. Reúno los restos de mi moribunda cortesía y hago mi amable petición de nuevo, él me ignora, vuelvo a decirlo, esta vez más alto.

Sigue ignorándome y puedo oír como el metro que quería coger se aleja de mí, como mi escaso tiempo. Así que exploto.

- Oye, debe ser una putada tener parálisis cerebral.

- ¿Qué dices tu? – me pregunto si de verdad sabía hablar o lo imaginé.

- Digo que tienes parálisis cerebral. No la divertida, con espasmos y dolor. La del tipo soy un puto estorbo para cualquiera más listo que una lechuga y voy a votar por costumbre.

- Oye niñato, deberías tener un poco mas de educación.

- Y tu empatía, si es que no necesitas un diccionario para saber lo que es.

Después me recuesto en un sillón. Un niño se acerca y me pregunta “¿Qué es la venganza?” y no puedo evitar una versión propia de la sinceridad: “Algo por lo que quemaría el mundo.”

miércoles, 31 de marzo de 2010

Invierno 5




A la luz de aquel nuevo día, el paseo que nuestra extraña pareja daba por la ladera de aquella montaña parecía algo muy diferente. Un viaje de placer incluso. Pero la humedad de las botas y el frio circundante ayudaban muy poco a reforzar esa ilusión.

Urlen estaba ya convencido sin duda. Dindan estaba loco.

Más loco que un hombre muy anciano que vivía en los dominios de su padre, en mitad de las tierras salvajes y que decía había visto la cara de los dioses. Y pensaba esto el joven guerrero porque su acompañante canturreaba melodías sin sentido y las mezclaba con una charla consigo mismo que no se podía entender, siempre entre dientes y riendo arbitrariamente a la vista de cosas nada cómicas para Urlen, como una roca nueva en el camino o el Sol apareciendo tras las nubes.

Desde luego la estación fría sentaba esplendorosamente a la visual del valle que tenían por debajo e incitaba a respirar el aire fresco con olor a pinos.

Dindan masticaba una raíz y charlaba su soliloquio incomprensible y entonces se detuvo, quedó en tensión con la vista en el horizonte y alzó la cabeza súbitamente. Unos instantes después se oyó el reconocible sonido de caballos al galope y en un oído entrenado (como el de Urlen) sonaba como un mínimo de tres monturas.

Sabiendo que eran inferiores, el hombre de armas tomó una posición segura tras una roca, lo bastante oculto para alguien a esa velocidad. Por el contrario, el músico bajó al suelo la caja que llevaba a la espalda, el instrumento de otro mundo conocido como el Canundrón.

- ¿Qué haces chalado? Al menos tres hombres vienen a toda velocidad y creo que bajan desde aquella planicie, deben habernos visto y seguro que quieren robarnos.

- Seguro… - aunque Dindan parecía compartir la aseveración, estaba ido, claramente. Y seguía en lo suyo.

- ¡Escóndete!

- ¿Por qué? Esos miserables pagarán todo lo que han hecho en sus vidas. ¿No responde eso a tu concepto de la justicia? – una vez más sonrió de esa manera que helaba la sangre de Urlen.

- Porque – tomó aire – llegarán y te verán desde lejos y entonces te matarán con sus arcos y ni esa posibilidad (que no puedo decir que me entristezca especialmente), ni tu alternativa responden a mi concepto de la justicia o de lo que debería pasarnos hoy.

- Pobre ignorante. Debes empezar a creer – la caja estaba abierta y Dindan la dejó sobre el suelo con ceremonia – no van a matarnos, ya estamos muertos. – volvió a reírse sombríamente y las runas del Canundrón reflejaron el Sol dibujando imágenes fantásticas sobre la nieve.

lunes, 29 de marzo de 2010

Polaridad

La última encuesta ha estado repartida.

A la pregunta “¿Orden o Caos?” los visitantes han respondido de manera variada.

Para mi disfrute personal, nadie ha votado la opción “¿Pero esto de qué va?”, demostrando que los votantes estaban bien informados, gracias.

Y para mi escarnio el “Orden, no existe otra respuesta” obtuvo el 25% de los votos, demostrando que aún hay quien no se ha enterado de que este mundo nuestro ya es un pozo de invariabilidad y monotonía. ¿Qué hace que alguien quiera más?

El “Caos ¿porqué no?” se llevo igualmente un 25%, algo que avala mi teoría de que son dos líneas de pensamiento que suelen obtener el mismo seguimiento, por mis preferencias personales, doy la enhorabuena a los idealistas que creen que aún se puede ganar la batalla.

Finalmente, la lógica se impuso y “Equilibrio, es lo ideal”, fue el lado de los vencedores con un 50% y hasta los fanáticos de las otras dos ideologías (que espero siguieran con interés esta crucial encuesta), deben reconocer que es en el fondo y la forma, lo ideal.

martes, 23 de marzo de 2010

Invierno 4



El nuevo día amaneció claro y menos frío. Dindan no había conciliado el sueño en toda la noche, inquieto como siempre, pero esta vez presa de una excitación especial.

Entrecerró los ojos en un gesto que le hacía parecer aún más siniestro y observó detenidamente al joven caballero que dormía profundamente. Urlen, aunque desconfiaba del músico, fue vencido por su cansancio y cayó rendido al acabar la cena.

Robusto y de aspecto saludable, sus largos cabellos oscuros caían sobre su rostro barbudo, en una mezcla de tosquedad y refinamiento. Sus prendas estaban confeccionadas con buen cuero y protegían todo su cuerpo.

Junto a él, descansaba el equipo de guerra, un recio peto de metal como protección, sencillo y rematado con hombreras anchas, acabadas en crestas metálicas, imitando a llamas. Junto a la armadura estaban las armas, arco largo y un carcaj de flechas y la espada, guardada en su vaina.

Le había fascinado esa hoja desde que cortara limpiamente la carne de la cena, la sangre fluyendo podía producir un efecto hipnótico en él. Sin apartar los ojos del acero cubierto de símbolos y escudos heráldicos se perdió en sus pensamientos, encendidos por el recuerdo del rojo fluido.

Dirigió los ojos inconscientemente a las montañas y las cavernas bajo ellas, buscó el lugar donde reptaba un viejo mal y casi cruzó el miedo su mirada un instante.

Dindan devolvió su atención a la espada, a la que contemplaba con una sonrisa malévola en la boca.

- ¿Qué estás mirando? – Urlen se aclaró la garganta – Esa es la espada de mi abuelo, no la mires.

- No la miraba – mintió, pero quedaba disimulado en su nerviosismo habitual – pensaba en lo bello de sus formas – sonrió de oreja a oreja y su aspecto no era nada afable.

lunes, 22 de marzo de 2010

Una semana larga




La semana de la ultima encuesta ha durado más de lo previsible, mis disculpas, problemas varios me han mantenido un poco estéril, creativamente :)

La ultima encuesta “Muerte predilecta”, tuvo como respuesta más votada “Devorad@ por un dragón” (57% de los votos), algo que me gusta. Por un lado verías un animal mágico y disfrutarías de unos últimos instantes entrando por entero en la boca de un animal, ¿y no vive actualmente ningún animal capaz de hacer eso verdad?.

Las otras opciones “Mientras duerma siendo ya viej@” (esta era fácil que le gustara a alguien), “Cayendo desde muy alto” (la de los valientes, sin duda) y “Ninguna ¡Que horror!” (esto para mi es como decir: "Espero no diñarla nunca o ¡al menos que duela poco!") obtuvieron un voto cada una.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Trinidad




Conozco un hombre que son tres. Como en las trinidades de las viejas religiones del mundo.

Uno es duro en apariencia, sensible en fondo. Otro aparenta sensibilidad y encaja los reveses con el aguante de los reyes de antaño. El tercero sabe cambiar y adaptarse y eso le da la superioridad ante quienes se creen mejores, pero jamás sabrán cómo él puede ser serio y gracioso a la vez.

Un tercio esta hecho de furia, dolor y melancolía. En otra parte late un corazón noble que bombea sus emociones a la justa medida. La tercera parte cierra un reflexivo equilibrio.

El todo es lo importante. La tempestad no afecta al hombre trinidad.

Tiene intuición para saber como serán las cosas e imaginación para guiar el camino aún no vislumbrado. Su capacidad para enfrentar la vida reforzará siempre sus otras partes. Y su razonamiento y curiosidad le impulsaran siempre al futuro.

Se quién es ese hombre, primario y glorioso, como los dioses de esas religiones. Y existirá siempre, mientras esté unido.

lunes, 22 de febrero de 2010

La opinión de las masas

El pueblo (que es soberano) ha hablado.

A la pregunta: ¿No es un poco raro pagar por anunciar la marca de la ropa que llevas? Han respondido los visitantes con un abrumador 100% de los votos en la opción “Ellos deberían pagarme a mi”.

Así que desde aquí os animo a poner en práctica tan saludable pensamiento.

¿Cómo?

Sencillo, arrugando el morro al ver un logo mezcla de una D y una G en un diseño que podría hacer tu primo de seis años. Planteando la pregunta “¿Te pagan por llevar ese anuncio?” a tus amigos y conocidos ante la marca comercial que luce en sus prendas. O más sencillo, no comprando ropa cara que encima le echa cara y te usa de expositor.

Una vez más gracias por los votos a la consulta. Una nueva encuesta esta semana.

martes, 16 de febrero de 2010

Invierno 3




El fuego crepitaba y chisporroteaba en el interior del viejo árbol muerto en el que Urlen y su visitante cocinaban un venado, que tan sorprendentemente acababa de dejarse matar para ellos.

El hombrecillo decía llamarse Dindan y era el personaje más estrafalario que su estupefacto acompañante hubiera conocido. Sus rasgos eran los de los hombres de aquellas tierras, alto y claro de piel como de ojos, pero había algo diferente en él.

Su pelo era rubio claro casi blanco, alborotado y despeinado saliendo de su cráneo. Ocultaba parcialmente unos ojos azules siempre abiertos, que paseaban nerviosamente sobre cada detalle a su alcance. La boca mascullaba una ininteligible letanía y parecía estar mascando un invisible bocado que fuera escaso, como royendo una raíz, los dientes siempre a la vista.

Sus ropas no combinaban mejor. Se protegía del frio envuelto en la piel negra de un oso y bajo tan contundente protección vestía una camisa, amplia, con faldones de colores, verde, rojo y amarillo, al uso de acróbatas y juglares.

Dindan se sentaba en una caja de madera oscura tallada con runas e imágenes de una mitología desconocida, había estado abierta hacía muy poco.

Dentro de la caja estaba un instrumento que Dindan había llamado el Canundrón. Era un peculiar aparato. De la caja salía una bolsa de tela que recordaba a una gaita unida a un mecanismo que funcionaba como un acordeón, con la peculiaridad de estar accionado por numerosas cuerdas, botones y orificios en una aparatosa distribución.

- Extranjero – dijo Dindan al advertir la atención de su joven anfitrión por el Canundrón - ¿Quieres que toque una pieza? No algo como lo de antes, algo más… relajado. – apuntó mientras arrancaba un bocado de carne del hueso y sonreía.

lunes, 15 de febrero de 2010

Resultados

La encuesta de la semana (¿Cómo arreglar la economía?) ha finalizado con el resultado ganador “Recortes del 40% en sueldos de altos funcionarios” por 3 votos contra los 2 votos obtenidos por “Ejecuciones del 40% de los altos funcionarios”.

Sorprendentemente nadie votó las opciones que incluían recortarnos los sueldos (esta claro que nos pagan demasiado) ni extender la jubilación a los 70 años (porque 67 años es quedarse corto).

Gracias por votar y espero que hagáis lo propio en la siguiente encuesta.

martes, 9 de febrero de 2010

Jubilación



José Luis trabaja como portero y jardinero de un edificio del barrio madrileño de Chamartín. Es esta una finca con cierta edad, como su cuidador, en los años setenta molaba, también en eso se parecen.

Pese a la edad, es un edificio de apartamentos de lo que en su día denominaban “gente bien”. Las necesidades de mantenimiento y limpieza son por tanto exigentes, para mantener la imagen de modernez, ya retro.

En el trabajo de un encargado de mantenimiento como este se pueden realizar la mayoría de las tareas en unas horas, normalmente las primeras horas de la mañana. José Luis lleva ya diez años haciéndolo, desde que a los cuarenta se separara.

Su vida había sido convulsa hasta esa época. Pasando de chapuzas a mecánico y electricista entre los dieciséis y los veinticuatro, cogió sus ahorros y montó unos ultramarinos, dos años más tarde traspasó el negocio y se fue a vivir a Brasil.

Estando en Brasil, donde no le iba mal, un coche invadió el carril por el que circulaba el coche de José Luis y su mujer, ella salió intacta, el sufrió graves lesiones de espalda y tuvo que volver a España, donde gastó sus ahorros otra vez, en curarse.

Cuatro largos años después estaba casi recuperado. La adicción a los analgésicos causada por su enfermedad agrió su carácter, su mujer le dejó. Al poco empezó a pensar en reconstruir su vida y consiguió un trabajo tranquilo, de encargado de mantenimiento de un edificio.

Ahora vive tranquilo, aunque cansado, por sus lesiones del pasado. Está algo más envejecido de lo que debiera para sus cincuenta y pocos.

Cuando tiene una noche dura, tras un largo día, piensa en los diez años y pico que le quedan para jubilarse y le agota la idea, se bebe un par de cervezas y se duerme viendo la tele cuando acaba el informativo de las nueve de la noche.

En una noche relajada, se sienta en su sillón, que masajea su espalda cansada y se queda “frito” sin más.

Hace poco no se quedo dormido ni aún tragándose cuatro cervezas, al parecer su jubilación iba a alargarse hasta los 67…