miércoles, 26 de mayo de 2010

Invierno 7



A continuación no cambió gran cosa. Los dos salvajes montañeses se habían desecho junto a Rolf, su líder. Ahora solo eran dos montones gelatinosos de color rojo oscuro que humeaban en el aire frio de la mañana.

El que fuera el jefe de una banda miró en lo que se habían convertido sus esbirros, el “pastel” que observaba burbujeó entre vapores nauseabundos y un sabor amargo subió por la garganta de Rolf que se esforzó para no vomitar.

Urlen salió de su escondrijo tras las rocas, horrorizado ante lo que había visto y seguía viendo. Le inquietaba profundamente todo aquello, pero más aún que quizá influido por la música del Canundrón, no estaba nervioso en absoluto. Había combatido y visto hombres morir de manera sangrienta y cruel, a veces incluso mujeres y niños, pero lo que ese bardo demente acababa de hacer…

Saltó desde las rocas a la nieve y Dindan que no había dejado de mirar a Rolf con expresión divertida, volvió la cabeza y echó un ojo a Urlen por encima del hombro.

- ¿Ya no te escondes? ¿Vas a acabar con su sufrimiento? Esto está más cercano a la justicia para ti ¿verdad? – le espetó en un tono tan malicioso como impertinente y luego se rió sádicamente.

- Pero… - la tensión presionaba la garganta de Urlen, que volvía en sí - ¿Qué has hecho? ¡¿Qué has hecho?! – ante la espantosa escena dejó caer espada y escudo y se llevo las manos a la boca para no gritar y luego las llevo a la cabeza para que su cordura no escapara de su cráneo.

- Lo que hago es lo mismo que vengo haciendo, ayudarte. Aunque no muestres ni pizca de agradecimiento. Aquí tenemos a otro animal indefenso para que lo mates, se nos ha acabado la carne, así que… - dirigió sus ojos nuevamente a Rolf, paralizado a solo unos metros.

El montañés era estúpido, pero reconocía la muerte al verla. Devolvió la mirada con la cara torcida por el horror y salió corriendo claramente presa de la locura. El eco de sus gritos resonó valle abajo.

martes, 25 de mayo de 2010

Dudas profundas



Estaba claro, preguntar en internet que afición prefiere la gente (Deportes, Libros, Videojuegos, Cine, Rol y/o juegos de mesa, cartas, etc e Internet), ha tenido un desenlace predecible, Internet tuvo el incontestable resultado del 100%.

Si la Música no iba incluida entre las opciones es porque sencillamente asumo que es combinable con cualquiera de ellas (en el Cine por ejemplo esta totalmente integrada).

Durante un tiempo dejaremos lo de las encuestas, por el momento no se me ocurren más preguntas que lanzar al aire. Gracias por la participación.

viernes, 21 de mayo de 2010

Qué mal está la tele...




Y no es que lo diga yo, es un hecho. Hace un par de mañanas desayunaba frente a imágenes de "pseudoactualidad" informativa, el típico telediario mañanero hambriento de algo que contar.

Aparecían secuencias de granjas de cerdos mientras los textos superpuestos predisponían a encontrarlas crueles y poco humanas. Las había grabado una asociación de defensa animal, al estilo que tanto gusta a los periodistas actuales, un reportaje de investigación con cámara oculta.

Luego, un portavoz de la asociación comentaba el asunto poniendo verde a la administración por su falta de control, algo que siempre me gusta y también aconsejando al consumidor no comprar productos de origen animal para combatir a una industria que, tan cruel como avariciosamente explota a los pobres animales, incapaces de defenderse ellos mismos.

A estas alturas su argumentación entre vegetariana y con regusto infantil edulcorado ya me estaba aburriendo. Cierto que cualquier cosa que te comas estuvo viva y las industrias humanas lo han torturado y explotado hasta la muerte, es por eso que te lo puedes comer.

Ojo, digo bien, cualquier cosa. Porque por ahí hay unos vegetarianos radicales que se creen que aparte de su salud, también su karma se resiente menos si comen plantas. A ellos, deberíamos dejarles reflexionar.

Es que dan la sensación de necesitarlo. ¿Acaso las plantas no tienen sistema nervioso? ¿Un feto, un huevo y una manzana no son lo mismo? ¿No es sangre la savia? ¿No es destructivo, torturador y explotador el cultivo industrial para consumo humano? Unos cuantos han decidido que no porque su comida no se queja cuando la matan.

A ese idealista que aparecía en el informativo le contaría que la familia media, que casi no llega a fin de mes, dificilmente tiene tiempo, imaginación o dinero para encajar en su vida no consumir productos de origen animal.

Ya que somos tantos y hay que darnos de comer, aunque con sus siempre cuestionables métodos, la industria alimenticia nos tiene bien surtidos (en exceso de hecho) y estoy totalmente de acuerdo en vigilarlos, sancionarlos (cuando proceda) o lo que haga falta para que nadie tenga queja. Pero por favor, sin falsos idealismos ni dietas hipócritas.

martes, 11 de mayo de 2010

Madrid II



Camino cerca de Bilbao y entro al metro, mi propia prisa me empuja pero algunos de los otros pasajeros también. Tengo que hacer transbordo en Sol, me abro paso entre los turistas y los que sencillamente no entienden que otros tienen que llegar a alguna parte y ellos con su actitud despreocupada del resto de la humanidad cabrean a quienes tienen poca paciencia –como yo- y cosas que hacer.

Justo me dirijo a las escaleras que dan al andén de mí línea y una vendedora ciega de cupones de lotería hace gestos al aire y grita:

- ¡Oye! – no estoy seguro de que sea a mí (hay más gente alrededor), pero respondo.
- ¿Si? – agita ante mí cara un billete de diez euros que tiene en la mano.
- ¿Es bueno? – pregunta apremiante.
- Si… yo diría que si – ni pensaba en tener ese tono de duda en mi voz, pero me salió.
- Vale, gracias – me despachó en un segundo.

Subo a un vagón gobernado por el aburrimiento, muchos rostros de mirada esquiva parecen aguardar por algo más que la llegada de su destino. La atmosfera cargante se rompe cuando un grupo de colegialas con faldas a cuadros invade un cuarto del espacio. Aunque solo hablan de chorradas, veo su inocencia y juventud de espíritu y me ataca la melancolía.

Salgo a la superficie y entro en una oficina, espero mi turno con ilusión y escepticismo. Paso a un despacho con un trajeado tras una mesa, todo en ella esta perfectamente ordenado, como el peinado de mi entrevistador.

Me vende el fantástico trabajo que tiene para mí, ofertando a potenciales clientes un producto revolucionario, el novísimo “Ionizador aéreo”, que por expansión de iones en el aire domestico purifica y esteriliza el ambiente en el hogar. Le pregunto cuanto cuesta el cacharro y el me responde que semejante maravilla tecnológica cuesta sólo quinientos euros, de los que me tocaran enteramente cincuenta, pero en caso de que vendiera más de diez mi jugosa comisión ascendería a setenta euros.

Me dice que normalmente el proceso de selección es más largo pero mi actitud y presencia le convencen de que valdré para esto, así que me cita para ir al día siguiente con un supervisor a hacer mis primeras ventas y ver qué me parece. Estrecho su mano sonriendo y le despido hasta mañana mientras mentalmente me juro cortarme los genitales con unas tijeras de podar si vuelvo a verme en una situación parecida.

Llego hasta mi coche con un agobio familiar, estrés de ciudad. En el tráfico me muevo con la misma sensación de estupidez global a mí alrededor, todos aborregados y con atención omisa a las normas de conducción –que no es que me gusten mucho- que ayudarían al menos a moverme más ágil entre ellos. Dos que no parecen tener mi aguante aceleran y sobrepasan rápida y peligrosamente las concentraciones de vehículos, tampoco esos imbéciles me hacen demasiada gracia, incluso menos que los borregos.

Estoy parado en un semáforo y se me acerca un hombre casi anciano y un poco regordete, balbucea algo, pero no entiendo nada y tengo que bajar el volumen de la radio.

- ¿Perdone?
- Que…mmmm…tengo sangre, mira – señala a su pierna y veo manchas en su pantalón de sangre y pus resecas.
- ¡Ostias! ¿Quiere que le lleve a un hospital? – mi ofrecimiento es sincero, pensando en algo grave.
- No…-dice con un tono lastimero- mmm…dame un euro o algo…mmm –el recuerdo de mi bolsillo con unas pocas monedas rojizas de escaso valor se me hace visible.
- No tengo un duro –lo digo con convencimiento que él debe interpretar como una brusca negativa.

El viejo se aparta de mi coche y repite su ritual en la siguiente ventanilla. El semáforo cambia a verde, acelero para alejarme de allí. Puto dinero.

lunes, 10 de mayo de 2010

Invierno 6



- ¡Maldito idiota! Quedándote ahí en medio descubrirás nuestra posición desde muy lejos. Moriremos. ¿Entiendes eso?

Las palabras de Urlen no detuvieron al alocado músico, que completó su ritual. Las primeras notas sonaron entonces, pero no tenían nada en común con la última vez que el caballero había visto el Canundrón en funcionamiento.

La música que siguió era hermosa, tan bella que uno podía quedar extasiado como el infeliz animal del día anterior solo por su belleza, pero el joven sureño no sintió nada extraño, solo una emoción que no había conocido antes, porque nunca había oído una buena melodía, no digamos ya algo de una belleza que se aproximase a la que estaba presenciando.

Los tres caballos y sus jinetes aparecieron desmigajando el suelo a su paso, rápidos y feroces, el brillo de sus armas desenvainadas era visible desde la distancia, sus intenciones, evidentes.

Una vibración empezó a tamborilear el suelo y este a su vez se deslizó sutilmente, al principio los asaltantes no lo notaron, segundos después ya no podían escapar, un pequeño alud, controlado con una invisible mano gigante, arrastraba animales y personas hacia Dindan. Al llegar a él se detuvo, a la par que la música y las luces del Canundrón. Los tres hombres se levantaron.

- Eh… - gruñó el más grande, que lucía una cicatriz en la mejilla y actitud de líder - ¿Tu quién eres? ¿Dónde está el metal que transportabas? Lo hemos visto brillar en la distancia y parecía plata, desentiérrala o te mataré más despacio de lo previsto.

- Siempre he dicho que los montañeses sois idiotas.

- Eres muy valiente para ser un hombre muerto.

- ¿Muerto? ¿Lo ves? Te dije que estamos muertos – el bandido frunció el ceño y lo tomó la frase dirigida a un tercero por uno más de los gestos nerviosos del hombrecillo extraño.

- Deberías ser razonable y darnos la plata, no me interesan tus historias, te cortare despacio si no gano algo de dinero hoy.

- Esto que tengo aquí vale dinero – alargó la mano mostrando la caja de madera oscura cubierta de cristales coloridos, que a su ignorante antagonista le parecieron gemas, pequeñas, pero gemas.

- Pues dánoslo, o te lo arrancaremos de las manos, después de arrancártelas también – miro a sus compinches y los tres rieron sintiéndose fuertes e intimidantes.

- Tened…

La música volvió, era rápida y acompasada, bella pero triste, los hombres ya no se reían.

- Rolf – uno de los esbirros del líder le toco el hombro con mano temblorosa – creo que es el loco de Arboleda, dicen que desapareció en la montaña, en la caverna verde…

Entonces Rolf (que así se llamaba aquel infeliz), comprendió que todo iba a salir mal, no iba a ganar dinero y no iba a cortar a nadie ese día. Tragó saliva y sus dos compañeros simplemente comenzaron a desangrarse por cada orificio de su cuerpo a toda velocidad, tanta como la que había adquirido aquel intenso tema.

Dindan parecía a miles de kilómetros mientras sin parar golpeaba cuerdas, apretaba resortes y no apartaba la mirada de los dos cuerpos que se convertían en pulpa.

sábado, 8 de mayo de 2010

Madrid I



En uno de sus dorados atardeceres hay un atasco en alguna de sus perennes obras, los coches alternan estar parados y moverse máximo cinco metros, con el polvo y trabajadores inmigrantes que doblan turno como escenario.

Algo inapreciable en mitad del embotellamiento hace que aparezca un movimiento lento pero constante –probablemente algunos desesperados por llegar tarde sencillamente se han esfumado-. En la actividad parecida a una procesión de hormigas aparece un gigante crujiente. Ruidoso y polvoriento un camión se une a la comitiva. Hay algo majestuoso en su forma de integrar el caos en la ordenada marcha, de tal manera que activa aún más el recién adquirido ritmo. El movimiento a su alrededor asemeja una batalla con un frente roto por la entrada de un poderoso contingente enemigo.

Las turbulencias del viento arrastran un manto marronáceo sobre la escena, podrían darse en algún desierto, aunque en este –el de la civilización- hay menos vida natural.

Son las seis de la mañana, todo se agita, muchos se apretujan en las paradas de autobús o las estaciones de metro, son los que empiezan el día, en dirección contraria los que lo terminan, como si quisieran hacer rotar la Tierra contrasentido.

Muchas luces se encienden y más vehículos se unen al tráfico, que nunca acaba. Los perezosos corren para no llegar tarde y los madrugadores llegan a las cafeterías justo antes de entrar a trabajar. Nada parece casual, todo está orquestado por la cotidianidad y muchos no sabrían decir en que día de la semana se encuentran.

En esta rutina unos heraldos de la anormalidad colisionan con su coche contra un poste que anuncia –miente- crema anti-celulítica, se dan prisa en moverse del lugar, pero su tartana esta jodida y unos policías locales ven su particular rutina también ponerse en marcha.

La máquina chirría y emite sonidos lastimeros, casi de agonía, desde las alturas es un corazón gris, metálico, maloliente y lleno de tensiones, vivo, pero máquina al fin y al cabo. Algunas células muertas son reemplazadas, las nuevas aún no han engrisecido, pero lo harán, los hombres parecen –parecemos- nanobots de un complejo sistema, reparando pequeñas fisuras en el órgano, para evitar el colapso, con esa idea siempre en mente, aunque ya nadie tiene recuerdos claros del ultimo infarto, salvo algunas células que pronto serán reemplazadas.

En un parque se celebran las fiestas de un barrio, se forman parejas y otras se rompen, bailando entre el exceso y el deleite algunos no encuentran su lugar, como no lo harán nunca, contemplan la vida. Dos adolescentes melancólicos, algo ebrios, charlan sobre su incapacidad para afrontar la realidad, por instantes de inestimable valor se sienten libres, aliviados por su tan familiar acomodo al encarcelamiento cotidiano.

jueves, 6 de mayo de 2010

Mierda de teclado



Debido a problemas técnicos he aplazado un poco el posteo, pero volveré dentro de poco.

Se que los lectores fieles del blog (si, los dos) han estado pasándolo mal, pero paciencia.

La encuesta que quedó pendiente era "Fama o Dinero". Y esta claro...

NADIE escogió la Fama, es la más complicada de las elecciones. ¿Quien quiere que le conozcan cuando puede ser asquerosamente rico a secas?

El Dinero, por contra, es valorado como la elección prioritaria por el 40%, pero cuidado, a veces mucho dinero conlleva fama no deseada.

La opción no contemplada en la pregunta de la encuesta, Poder, se llevo el gato al agua con el 60% de las almas compradas y por muy buenas razones. El poder es sinónimo de dinero o al menos de control del mismo, en bolsillos propios o ajenos. Y por supuesto, se pueden elegir muchas cosas con poder, como el propio nivel de la incomoda fama, donde vivir, donde morirán otros, etc.

Creo que son resultados bastante esclarecedores de por sí para comentarlos más.