viernes, 15 de marzo de 2013

El mundo


Erase una vez un planeta verde y azul, los colores de sus bosques y mares. En ese planeta vivían muchas personas pero estaban separadas una de otras, dispersas en pequeños grupos.

Un día comenzó un incendio en el bosque, era un gran incendio, tal era su tamaño que algunas personas se detuvieron desmoralizadas al instante al contemplarlo, sobrepasadas por un miedo que les paralizaba.

En poco tiempo el humo atrajo la atención de muchos más de diferentes lugares que enfrentaban la amenaza como podían.

Los más valientes se metían de cabeza al bosque, con hachas y cubos, sacrificándose casi con seguridad por el bien común. Los había que preferían debatir como atajar el problema con seguridad y estos no se movieron de sus casas o centros de reunión, donde se desarrollaban los debates. Otros estaban sobrepasados por la magnitud de la ola destructiva y apagaban arbustos y matas, que un poco calcinados quizá sobreviviesen.

El bosque seguía ardiendo, arboles centenarios devorados por el fuego, restallando y chisporroteando en un mudo grito de auxilio. Pronto el incendio era tal que muchas personas valientes habían muerto sin poder detener su avance y la amenaza para sus comunidades, en algunos casos ya humeantes restos pasto de las llamas.

Quedaban algunos arbustos y personas apagando algunos más, un hombre apático las observaba. Entonces apareció una pareja que llegaba a debatir la situación mientras la veían en directo. No tardaron demasiado en concluir que el apático era el mayor problema allí, estorbando sin hacer nada, le acusaron a gritos de todo esto, le llamaron mala persona, lastre, traidor, asesino, destructor. Le espetaron que al menos podría ayudar a apagar arbustos. El apático les miró con la cara vacía de expresión.

- Habéis venido aquí para enseñarme vuestro concepto del respeto, pero no os respetáis más que a vosotros mismos. Habláis de soluciones pero dejasteis morir sin ayudarles a los que de verdad querían arreglarlo. Decís que podría apagar arbustos, lo que yo he visto es como los mayores arboles se carbonizaban porque a algunos les parecía más fácil hacer eso y a la vez dejaban que el incendio se extendiese. Todo se podría haber evitado si hubiéramos entendido que teníamos un papel igual de importante en esto. Así que por favor dejadme. Dejadme a solas con mis pensamientos, mientras siento lastima por este planeta en el que solo van a quedar arbustos y charlatanes.

jueves, 14 de marzo de 2013

Uno de esos días




Hoy es uno de esos días. Me sabe la boca a sangre. Donde mire todo el mundo parece tener prisa. Se impacientan y se saltan los semáforos, un egoísmo familiar nos hace atropellarnos los unos a los otros. Creo que en otras circunstancias seriamos educados y habría gestos de disculpa, una mínima cordialidad y comprensión, pero hoy no, porque es uno de esos días.

Camino y no pienso en nada en particular. Mis sentidos se han cerrado, me justifico esa reacción automatica como autodefensa, pero eso no cambia que haya escogido consciente o subconscientemente, estar ciego y sordo.

Todas esas personas en la calle parecen representar otra cosa, una humanidad que corre sin sentido ni destino claros. Sigo caminando y presto poca atención a todos ellos, me acabo de dar cuenta de que mi corazón esta tallado en hielo, uno azul profundo como el que se ve en las zonas polares.

En días así todo me parece un sinsentido y lo que la vida me da para rumiar en mi periplo hace que la boca me sepa a sangre.