jueves, 14 de octubre de 2010

El camino hacia Metrópolis - II



La precipitación es tan gris como la superficie sobre la que cae. Desparrama su carga con la monotonía con que las estructuras debajo atrapan a quienes cobijan.

La saturación y la toxicidad del ambiente se disipan a veces en las corrientes calientes de la tarde. El aire resultante, aunque contaminado, está tan limpio en comparación que es imposible asociarlo al entorno que se ve mientras se respira.

La lluvia gris lo barre todo a un lugar secreto, las entrañas de la Tierra. Allí solo hay negrura, para los curiosos más negrura mezclada con horror y locura cuanto más se descienda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario