lunes, 27 de septiembre de 2010

Invierno 11



La estancia de Urlen en arboleda no estaba siendo lo que se dice paradisiaca. Disfrutaba de la hospitalidad del Alguacil Jort, famoso por la seguridad infranqueable de sus calabozos.

Así las cosas se decidió a esperar hasta que alguien le visitara, además de las ratas, que correteaban por las grietas en los muros a su alrededor.

Cuando amaneció el siguiente día se oyó jaleo en la plaza frente al cuartel del alguacil. De un salto se agarró a los barrotes de su ventana, que estaba lindando con el techo de la pequeña celda, aupándose con ayuda del muro veía la plaza desde el suelo, una incomoda ironía.

Entre una multitud agitada surgió uno de los vigilantes con Dindan cogido por el brazo mientras apartaba a la violenta muchedumbre. Desde aquel lugar, rodeado de ruido y agitación el músico volvió la cabeza y miró a Urlen a los ojos como si hubiera sido consciente de su escrutinio en todo momento.

La mirada intrigó al guerrero, era igual que la de los lobos que dejaran atrás en las montañas, tranquila y respetuosa pero que no oculta el animal al acecho tras ella.

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