viernes, 5 de febrero de 2010

Invierno




Caía nieve sobre la ladera de la montaña. Este invierno estaba siendo duro, más de lo acostumbrado en aquellas frías tierras.

Urlen caminaba pesadamente sobre la espesa capa de nieve virgen, las huellas que dejaba tras de sí eran la única señal de vida humana o animal que podía verse. Llevaba dos jornadas de viaje desde que abandonara Nervinall, la gran ciudad de los mineros. Allí había defendido a un campesino de su señor, un hombre cruel que explotaba a sus vasallos, a quienes decía proteger. Sabía que no debía contravenir las leyes de una tierra que no era la suya, pero como caballero que era no podía permitir injusticia semejante.

La visión de aquellas blancas extensiones le hizo temer lo peor al caer la noche, ya próxima. El frio y muy posiblemente los lobos serian los peligros mas temibles de aquellas tierras, pero el viento que se levantaba por momentos le decía que sin un refugio, no llegaría a preocuparse de los lobos.

Encontró un árbol, o sus restos en realidad, en cuyo interior podría cobijarse sin problemas y hacer fuego, si encontraba leña seca. Era un gran ejemplar y había ardido parcialmente años atrás, desde entonces había albergado multitud de criaturas en su amoroso interior, salvando vidas que de otra forma habrían perecido en aquel gélido ambiente.

Incluso para Urlen, un inexperto en materia de supervivencia, no fue complicado acomodarse en aquel viejo árbol. Hizo un fuego vivo con un par de piñas y su yesquero y pasó al fuego un conejo que había cazado en la mañana, lo único vivo que había visto en todo el día. “Puede” se dijo, “que finalmente sobreviva”. Respondiendo a sus pensamientos y a la par helándole la sangre, una extraña música acompañada de una carcajada demente se pudo oír arrastrada por el viento…

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