Me hacen gracia los habitantes del día. Caminan cegados por
la luz que les rodea. La brillante cubierta les impide ver la Verdad tras la
verdad, ignorantes de la Realidad tras la realidad.
Yo vivo en la noche, en las sombras, en todo lo que es
oscuro. He aprendido a hacer mis aliados los miedos primarios, nadie ve lo que
no quiere ver. La obtusa humanidad mira a la negrura en que vivo, no consiguen
apreciar nada, ningún detalle, así que piensan: “oscuridad, nada más.” Pero
siempre hay más, aunque se nieguen a reconocer que pueda ser así, es por miedo
a la Verdad que no lo hacen.
He vivido toda mi vida en los espacios habitables entre la
luz y he aprendido como pasar de unos a otros sin quemarme. No es un camino fácil,
pero hay una razón para buscar la iluminación por el camino opuesto. En
conclusión todo lo opuesto es en último término la misma cosa.
Debo despedirme, se acerca el día, desaparezco hasta que
regrese mi amada noche, mi cobijo. Un
consejo, habitante de la luz: Desconfía de quienes impiden que la luz te llene
o la sombra te ahogue.
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