martes, 22 de marzo de 2011
Parón
Debo decir que es una época estéril, para mí y por lo que se ve, también en general.
No hay más que mirar por la ventana al mundo que tengas a mano, una imagen valdrá más que mil palabras. Hay encendidas multitud de hogueras en lugares distintos y aún sin verlas, nos quemamos.
Será una característica de los tiempos modernos, pero consiguen ser muy desalentadores. Guerras nucleares amenazan estallar por las mismas absurdeces que un conflicto doméstico y hay claros paralelismos en cómo solucionarlo y porqué no va a hacerlo.
Hay que ser constructivos, pero a todos nos cuesta. Es difícil que los demás lleguen a odiarnos o querernos tanto como lo hacemos nosotros mismos, el nivel de autoexigencia que nos fijamos en ese aspecto es altísimo, para bien o para mal.
Los únicos que no se impregnan de una empatía tan básica o están vacíos como un cascaron o son sencillamente idiotas. Los primeros consiguen producirme una mezcla de admiración y temor que me cuesta explicar.
Mientras la turba se arremolina los recursos se acaban. Decido seguir mirando al campo desde el balcón de mi casa con esta mirada vacía.
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