miércoles, 23 de marzo de 2011

Caminos cruzados



Es sorprendente cómo funciona la vida. Puede ser aplastada, exterminada y casi borrada, pero con una fortaleza infinita resurgirá aunque no se la espere.

Menut era una niña e ignoraba tan grandes conceptos y le daban igual. En aquel momento solo le importaban los colores vivos de una flor que asomaba entre las piedras frente a la entrada del edificio verde. En otros tiempos se habría pensado que aquello era una casualidad porque ambas (niña y flor) eran escasas en ese momento por todo el planeta.

La hermana mayor de Menut, Kira, estaba vigilándola mientras pintaba en un cuaderno con sus tizas y ceras de colores. El cuaderno ya había sido usado para tomar apuntes en su totalidad, pero era el papel más limpio e intacto que podía conseguir para colorear y para ella era un tesoro.

Definitivamente la vida sobrevivía incluso en aquel lugar baldío. Y como siempre, la vida y la supervivencia tomaban formas diversas.

Unos ojos observaban a la niña que acariciaba los pétalos azules con delicadeza, un largo hocico olisqueaba su aroma tierno y fresco en el aire. De lo que fuera una alcantarilla surgió una rata gigante, seguida por otra, atraídas por el hambre. Eran de las pocas criaturas que habían conseguido estabilidad allí, mutadas y adaptadas al medio eran un ejemplo de supervivencia en un medio hostil, habían mejorado desde las alimañas que fueron sus antepasadas a un escalón superior, el de los súper-depredadores.

Sin apenas enemigos naturales y del tamaño de un hombre. Dominaban el páramo bajo la superficie y en ocasiones sobre ella. A aquellas criaturas de Dios les había ido mejor que a otras y a diferencia de la niña y la flor no eran tan escasas y su creciente número podía despedazar a ambas en segundos.

Cuando los ojos de la adolescente se posaron sobre su hermana no pudo evitar una sonrisa, estaba adorable, entonces vio a las ratas y se le cortó la respiración, ni siquiera sospechaba que hubiera una guarida de esos monstruos cerca. Se acercó a la pequeña con todo el cuidado que pudo y las bestias le miraron a los ojos.

Con el miedo golpeándole el pecho recogió a su hermana que arrancó la flor y se la llevó en la mano, abrazó contra su pecho a la niña para que no viera las ratas, las dos más próximas silbaron y erizaron una cresta de pelos y púas blancas, listas para atacar.

Kira temía a una muerte horrible y un horrible estruendo pareció confirmárselo. De haber sabido lo que eran los dragones habría imaginado uno regurgitando fuego.

Las balas de alto calibre iban destrozando a las alimañas gigantes dejándolo todo cubierto más que de sangre, de un polvo rojo. Las chicas corrieron al interior del edificio perseguidas por aquel zumbido infernal, aquel… traqueteo mecánico gigante que solo podía ser lo que su madre llamaba “Dios”.

Aquella fuerza invisible, siguió enviando sus proyectiles a alta velocidad, desmoronando rápidamente los túneles superficiales de los que salían aquellas criaturas que Armand odiaba.

Se reía a carcajadas.

- ¡Ahí tenéis jodida basura! ¿Quién es el amo? ¡Yo soy el amo! ¡Morid hijas de puta!

Siguió riéndose mientras buscaba nuevos blancos en la nube de polvo resultante. Ni una sola rata había sobrevivido. A través del zoom digital de su buscador de objetivos congeló la imagen de como las dos humanas miraban en su dirección desde una ventana del edificio verde.

- Mierda.

2 comentarios:

  1. Buenisimo el texto, ya estas continuandolo, no me seas como con los textos de invierno que se quedaron en nada :D

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  2. Bueno, en realidad de Invierno estoy acumulando textos, como ya hice con esto.

    Visualizarlo y escribirlo son cosas diferentes...

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