domingo, 1 de mayo de 2011

Invierno 16



La caja se abrió y sus runas entrelazadas y mosaicos de botones multicolor revelaron nuevamente su esplendor. Los dedos de su dueño pasaron por su trabajada y compleja superficie, habían estado separados unas pocas horas pero la añoranza acumulada era mucha.

Los toques del bardo eran precisos y del Canundrón surgió una melodía triste y solemne. La música captó la atención de los presentes que interrumpieron toda otra actividad para atender extasiados.

El acompañante del intérprete estaba observándolo todo desde el destrozado tragaluz en el techo del Gran Salón. Ataba una cuerda en la viga bajo él con la intención de acercarse al mágico influjo del Canundrón, del que temía su posible influencia, no tanto como temía la creciente lluvia de flechas que caía cada vez más cerca.

Según se descolgaba por la soga advirtió la avanzada edad de los ocupantes de la sala, en ese instante cayó en la cuenta, no había visto un niño desde que entraran en Arboleda. El público de tan peculiar actuación estaba maravillado e inmóvil, no así los guardias que abrieron las recias puertas de una patada, armas en ristre.

Urlen lo vio claro, se impulsó con ambas piernas y balanceándose en la cuerda cayó sobre ellos, reduciéndolos a golpes de inmediato. Acto seguido fue hacia un concentrado Dindan que no se había detenido.

- ¡Dindan! – le llamó mientras se le aproximaba, al parecer sin éxito - ¡Oye!
- Acrobacia, brutalidad, estas empezando a gustarme bárbaro sureño – la sonrisa burlona de músico volvió como sus molestas observaciones igual que si nunca hubieran desaparecido.
- Tenemos que irnos de aquí, ya – le apremió asiéndole del brazo mientras tocaba botones y cuerdas.
- ¡Au! ¡Cabrón! ¡Espera! – usó las cintas de cuero del Canundrón y se lo colgó al pecho para tocar mientras andaba, se acercó a Urlen y le olisqueó con cara de extrañeza - ¿A qué carajo hueles?
- Cállate.

1 comentario:

  1. El Curandero de Luz19 de mayo de 2011, 23:17

    Emitía un rudo fetor enólico.
    Así aliviaba la insoportable parestesia de la cicatriz que se descubria en el lateral cervical derecho, bajo el pabellón.. aquella que nadie le preguntó si fuera los restos de quien quiso degollarle... aquella que cosió con cuidado aquel curandero con un hilo azulado de procedencia ignorada... aquella que no lograba ver por el impulso que le producía... ¿cómo estará?

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